domingo, 2 de mayo de 2010

LEYENDAS DE ARTASONA

Esta historia nos la envía Pablo de Colomín. A él se la contó su padre, José de Colomín, cuando Pablo era pequeño y nos la reproduce tal cual se la contó. En el Blog de Artasona también creemos que es muy simpática como para dejarla perder y es por ello que queremos compartirla con todos vosotros. Dice así:
Esto fue que en Artasona tenían un cementerio muy viejo que estaba situado entre la era de Castán, la era de Garoz y el camino de Olvena y que además se había quedado pequeño, por esos motivos decidieron hacer uno nuevo (el actual).
Para esto Turmo donó el terreno y la piedra para la construcción. Terminada la obra todos estaban muy contentos pues había quedado muy bien, así que decidieron organizar una cena para celebrarlo (ya veis esto de las cenas viene de lejos) para tal fin mataron varios corderos y decidieron que el sitio más adecuado para asarlos y comérselos seria la era de Castan.
Así que el día señalado, ya por la mañana, prepararon la leña con gran alegría y a media tarde encendieron un gran fuego para asar la carne en las mejores condiciones. Montaron con tableros largas mesas y bancos para que todos estuvieran cómodos.
Pero el problema vino porque habían dejado a dos casas sin invitar, por lo que dos familias quedaron marginadas pero se unieron para amargar la fiesta al resto, dejaron que todo se preparara según lo previsto y a última hora de la tarde, con las parrillas llenas de buena carne humeando y un olor exquisito, las mesas llenas de platos y grandes jarras de buen vino, encendieron varias antorchas porque la noche venia encima (el jolgorio era de fiesta mayor).
Cuando empezaron a servir la carne y llenar los vasos de vino las dos familias discriminadas se subieron a la tapia del viejo cementerio envueltos en sábanas blancas, causando una visión terrorífica a todos los comensales que ante tal visión quedaron aterrados y huyeron despavoridos a sus casas cerrando puertas, ventanas y ventanicos y no saliendo de sus casas hasta que al día siguiente el sol ya estaba bien alto.
Los supuestos fantasmas liberándose de sus sábanas se sentaron en las mesas, comieron hasta hartarse y llevaron a sus casas buenas provisiones. Nadie supo nada hasta dos o tres generaciones después.
Gracias Pablo por la historia ¡leyenda o realidad es realmente graciosa!

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